Por: Alyn Sánchez Flores
Uno de los aspectos fundamentales de la preparación a nivel superior, radica en generar oportunidades de empleabilidad y desarrollo. Lo anterior, no es solo una aseveración, es de hecho una estrategia política y económica establecida en nuestro país desde el nacimiento de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual se reafirma en cada periodo presidencial bajo las distintas premisas y necesidades contextuales. Cito un informe al respecto, sobre el encuadre de los modelos que imparten enseñanza superior, los cuales deben:
“[…]integrar las humanidades, las ciencias y tecnologías, de tal modo que los recursos humanos formados en este nivel educativo tengan un perfil interdisciplinario, en función de los requerimientos del desarrollo integral de la personalidad y de las necesidades de cambio en las estructuras económicas y sociales” (ANUIES, 1977).
Como se puede leer, se piensa en la educación superior como una estrategia para contribuir a una formación que permita a los egresados ser capaces de dar respuesta a las problemáticas de la sociedad; y con ello tomar en sus manos responsabilidades y funciones en las empresas y organizaciones. ¿Por qué entonces la brecha entre los perfiles de egreso de las instituciones de educación superior y las empresas se ha hecho tan amplia?
Realizando una reflexión sobre este binomio no consolidado entre la empresa y la universidad, menciono aquí algunos hallazgos al respecto:
- La vocación profesional no ha sido un punto focal ni siquiera para las instituciones educativas privadas, que de hacerse de forma efectiva, el negocio de la educación tendría mejores resultados tanto en la disminución de los índices de deserción escolar como en la calidad de los resultados que ofrecen los egresados. Hay una idealización de la formación, que no se habla del todo con la responsabilidad laboral. Se suele planificar, diseñar y ofertar planes y programas de aprendizaje desde la entrada (estudiantes y su perfil de ingreso-egreso educativo); y no desde la salida, lo cual versa en las competencias de desempeño que se esperan observan en un entorno real. Esto no solo impacta en una falta de eficacia en los programas, los docentes y las actividades de enseñanza-aprendizaje; también merma en la percepción de los estudiantes sobre su propia formación y su futuro. Al estudiante se le suele preguntar qué va a estudiar, no de qué quiere vivir, o de qué quiere trabajar, o incluso a qué le quiere dedicar al menos diez años de su vida. La empresa poco pone atención a este punto, el cual incluso determina el entusiasmo y la constancia por generar acciones de valor en los colaboradores. Pero la Universidad, suele perder de vista que en cada tarea, trabajo y proyecto no está evaluando una asignatura; sino que se está perfilando una vocación.
- En lugar de que las empresas en su papel de receptores de los egresados, regresen a las instituciones a hacer sus peticiones y recomendaciones sobre las necesidades del entorno laboral; se ha tomado a la capacitación como una respuesta reactiva a la falta de competencias específicas que deberían desarrollarse en las Universidades. Desde esta óptica, esta capacitación que pretende cubrir habilidades que derivan de una formación profesional y claro de un proceso adecuado de reclutamiento, es además costosa e innecesaria.
- Existe una movilidad vertical en la empresa que en algunos casos poco va de la mano de un título profesional, o incluso de una evaluación de potencial vinculada con los resultados de la formación. Este “crecimiento” está más sujeto a la experiencia del personal adquirida en la propia empresa. Lo que, a la vez, deja entre ver el pensamiento etnocentrista de las áreas de Recursos Humanos en torno al flujo natural del talento externo. Una empresa que mantiene personal con cierta antigüedad no siempre es un espacio de lealtad y de clima organizacional sano; también puede ser un entorno en donde el estatus quo y el Síndrome de Burnout se encuentre entre sus pasillos.
Por otra parte, hay algunos indicadores y datos de impacto sobre la contribución genuina de las instituciones educativas a la estructura económica que todavía no son visibles de forma nacional, e incluso muchas universidades aún no tienen en su acervo tal información. Algunas estadísticas que a todos nos convendría conocer (sin importar de qué lado del binomio nos encontremos) son:
- Porcentaje de alumnos y alumnas colocados en empresas, bajo que posiciones, salarios y con qué resultados de desempeño en los primeros tres meses.
- Porcentajes de alumnos y alumnas en puestos de liderazgo y cómo estas posiciones se vinculan con la formación profesional de grado.
- Nivel de satisfacción de los estudiantes ante los aprendizajes adquiridos para poder llevarlos a una realidad laboral.
Poseer esta información, permitiría una colaboración más estrecha entre las empresas y las universidades; además de generar ventajas y beneficios para todo el sistema. Por un lado, los estudiantes podrán evaluar la competitividad de la oferta educativa vs. la oportunidad de empleabilidad y desarrollo (tangible); en tanto las entidades educativas se obligarán a consultar sobre las realidades de desempeño para la generación de planes de aprendizaje realistas, consolidando sus productos de aprendizaje. Y finalmente, las empresas y emprendimientos cumplirían una de sus tareas sociales, económicas y políticas que implica impulsar el desarrollo prospectivo del país, disminuyendo costos en capacitación innecesaria; y generando una movilidad interna y externa más equilibrada, atendiendo menos las necesidades de habilitación de perfiles (que no nacen de la especialización de la industria) y más las estrategias de crecimiento sostenido.
Recordemos que la visión prospectiva nos permite proyectar el futuro considerando variables sistémicas, sin dejar de ver el presente. Los últimos acontecimientos mundiales, nos dan un testimonio del porqué es importante siempre ver y prever, como dijo Franklin D. Roosevelt: “No siempre podremos construir el futuro para nuestros jóvenes, pero podemos construir jóvenes para el futuro”.
Fuentes de consulta:
ANUIES. (1977). Naturaleza y fundamentos de la educación superior. Artículo del acervo ANUIES. (Visitar)
Díez, M. (2018). Análisis de las regulaciones de la Educación Superior Particular en México. Revista Panamericana de Pedagogía. No. 26. pp. 35 – 71.
Estrada O. (2008). Tendencias en la Gestión de Centros Educativos. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. Vol. XXXVIII. pp 61 – 79.
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. (2010). La innovación: piedra de toque de del desarrollo mexicano. Recuperado de: (Visitar)
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. (2019). Educación superior: Resultados y relevancia para el mercado laboral. Higher Education, OECD Publishing. Paris, Francia. (Visitar)