Victimización, mediocridad y conformismo: Retos de los actores formativos en México
OPINIÓN
Por: Alyn Sánchez Flores
En los más de 20 años que llevo cerca del aprendizaje en sus distintas vertientes y modalidades, a la pregunta directa o indirecta de: ¿por qué te dedicas a la formación? Me he encontrado con algunas respuestas que me llevan a ciertas reflexiones sobre la publicidad errada que posee históricamente la profesión de los Educadores en nuestro país.
Por una parte tenemos l@s que consideran que es la opción para quienes quieren tener hijos y ven en la docencia una opción de trabajo de “medio tiempo”.
Por otro lado, tenemos a l@s que ven en la docencia la salida para obtener ingresos porque el campo laboral está saturado o las opciones de empleo están reducidas.
Todavía podemos escuchar a aquell@s que creen que pedagogía es igual a docente de aula.
Incluso aquell@s cuya búsqueda versa en un trabajo “perpetuo con prestaciones sindicales”.
Claro que la romantización de nuestro espíritu vocacional en una nación con tantas carencias, puede ser retadora; sin embargo, son justo estos discursos explícitos o implícitos, los que por décadas han abonado al desprestigio y victimización de la labor de los actores formativos, y con ello de la figura de los formadores y su propia concepción.
Uno de los aspectos que me ocupa más, cuando me toca evaluar a algún candidato o candidata para nuestros proyectos de formación virtual, se centra en que los practicantes y egresados de las áreas afines a la Educación, en su mayoría suelen no visualizarse capaces de conocimientos STEM, y tanto en su discurso como en su experiencia suelen estar lejanos de aprendizajes complejos en áreas científicas, estratégicas, técnicas o metodológicas” de la techo-pedagogía.
Esto nos lleva a una connotación ciertamente sesgada de lo que significa formar o contribuir a la formación de otr@s. La pedagogía (en el imaginario colectivo) no pareciera tener un carácter científico, cuando desde un enfoque integrador y multidisciplinar en efecto lo es. Hoy, además ante la tecnología, se suman otras miradas al proceso formativo que demandan repensar su prestigio y abordaje desde los planes de estudio de las Universidades.
¿Cómo contribuimos a combatir esta cultura marginal o tergiversada del formador?
Dejemos aquí, algunas ideas para el diseño de planes de estudio en torno de la educación, o al menos para su consideración y debate dentro y fuera de las aulas:
- Saber vender las ideas y los proyectos. Entender que se requiere tabular costos, que existe una inversión (que el tiempo es justo una inversión).
- Skills de estrategas consultivos, de negociadores, de liderazgo; no solo modelos y métodos de ejecución. Ya que las carreras en este ámbito están repletas de pasos para hacer y no para crear. Se requieren bases para desarrollar las áreas, herramientas globales para medir la calidad y mejorar los resultados; iniciativas óptimas que permitan aportar valor a las organizaciones e instituciones.
- Integrar los componentes STEM, la parametrización y los indicadores en las proyectos y propuestas.
- Acompañar el desarrollo de una mirada prospectiva y sostenible.
- Pensar a la Educación como un fenómeno global, transversal e inmerso en todos los escenarios del ser humano: teatros, museos, hospitales, cárceles, guerra, etc.
Los actores educativos como las personas que se dedican a la venta, constituimos la fuerza que mueve el presente y futuro del país. Los vendedores lo hacen con la economía, nosotros desde la cultura, la oportunidad de mejora, la aspiración e inspiración para trascender. En una nación que suele soñar con dejar de ser subdesarrollada, actuar como formadores concebidos en la mediocridad (incluso por nosotros mismos) es un paso hacia atrás.
Ya decía Ortega y Gasset sobre el máximo secreto de la pedagogía: “es extraer la emoción de dramatismo que efectivamente yace en todo gran problema intelectual, e intrigar a los discípulos”.